martes, 23 de febrero de 2016

De cero a héroe: la trayectoria de Alex Hero

Unos días después de que el público santiaguino vitorease a Scotty 2 Hotty, Carlito, MVP, Savio Vega y otros ídolos internacionales en el evento Full Destruction de Wrestling Superstar, me encontraba yo revisando mi canal de YouTube, y fue en ese entonces cuando encontré algunos viejos videos de lucha libre chilena, cuya existencia mi memoria había arrojado al abismo del olvido. Mientras revisaba si alguno de esos combates grabados con una cámara de ínfima calidad valía la pena, llamó mi atención un pequeño dark match que grabé cuando asistí de público a Xplosión Nacional de Lucha (XNL) el 21 de julio del 2013 (el cual pueden ver aquí) casi un mes antes de que LEGIÓN llevase a cabo su primer show. Lucha de relevos, tres contra tres: un combate de principiantes destinado a desaparecer del inconsciente colectivo en breves minutos, y si yo no lo hubiese registrado en aquel momento, es posible que ni recordaría haberlo visto. Mi sorpresa fue entonces enorme y no pude evitar sonreír al ver quiénes integraban uno de los dos equipos. Tres jóvenes con calzas de luchador torpemente elaboradas, con una movilidad aún más torpe sobre el ring, y sin una personalidad aún definidas. Dos de ellos arrastraban una trayectoria banal en empresas pequeñas, y el tercero por primera vez se presentaba en un ring frente al público. ¿Quiénes eran estos jóvenes? Se hacían llamar Coke, Javo Avilés… y un debutante: un tal Alex Gero.

12380058_10153900691956654_651353950_nCuando registré esa lucha en apariencia sin relevancia, jamás sospeché que no sería lo último que vería de estos tres muchachos. Diez meses más tarde, durante nuestro show del 18 de mayo del 2014, cuando en cartelera habían pactadas cinco luchas, se nos informó que se había agregado un sexto combate “invitado” por los Campeonatos en Pareja de XNL. Los campeones defendían los títulos contra unos contendientes muy particulares. Probablemente ustedes adivinan que se trataba de los tres jóvenes luchadores antes mencionados. Pero ya no se parecían en lo absoluto a los novicios que había visto con anterioridad: su cambio de apariencia los había vuelto irreconocibles. Lentes de marco cuadrado, camisas a cuadros, barbas extravagantes, calzas coloridas y una entrada al ritmo de Harder, better, faster, stronger de Daft Punk. A esto se sumaba la tendencia de promocionar sus luchas usando una cantidad insoportable de hashtags, interrumpir sus combates en medio de la reyerta para tomarse selfies, beber café del Starbucks por litros y anunciarse a ellos mismos al hacer su entrada. Coke, Javo Avilés y Alex Gero (o “Coke.com”, “#JavoAvilés” y “@lex Gero”, como se hacían llamar en su jerga posmoderna) se habían convertido en Los Instagrammers, un trío de luchadores hípsters. Como siempre los anunciaba Coke, ellos eran "lo más post, de lo post, de post, de lo post, de los post, de los post, (…), de lo postmoderno". ¿Cuál fue el resultado de este cambio de imagen?

12395113_10153900692011654_983367404_nSi algún luchador necesitara clases de cómo generar una reacción en la audiencia, tan solo debería consultar con Los Instagrammers. Decir que los muchachos generaban gritos entre el público es poco: se conviertieron en un éxito instantáneo como villanos. Los presentes, irritados con el estilo de vida del trío postmoderno, siempre alentaban para que alguien les diese la tan ansiada paliza que merecían. Porque seamos realistas: todos alguna vez hemos soñado con darles su merecido a gente que presume demasiado de su estilo de vida “alternativo”. Sin embargo, el odio del público en breves instantes se contradecía con el asombro que generaban las luchas del trío. Combates extraordinariamente rápidos, cargados de adrenalina y con movidas aéreas arriesgadísimas tenían a los espectadores al borde de su asiento de principio a fin. Los Instagrammers volvieron como invitados varias veces más a LEGIÓN y mantuvieron encuentros excepcionales, fuertemente ovacionados, contra equipos como Culto al Cuerpo (Pedro Pablo Subercaseaux & Límite), Shocko & Pyro y los muy experimentados Atemista & Vigilante X3MO. Su trabajo los llevó en diciembre de aquel año a ser premiados por el público como “mejores invitados del 2014”.

12395076_10153900691986654_1237839304_n12395659_10153900692036654_1346554192_nPero como todas las grandes alianzas de lucha libre, Los Instagrammers no iban a durar para siempre. El 16 de marzo del 2015, el trío tuvo su último combate juntos en LEGIÓN, tras lo cual Javo Avilés fue expulsado del trío; el término de la alianza llevó a los ex camaradas a una rivalidad que se prolongó durante meses, con Avilés buscando la revancha sobre sus antiguos aliados. Esta animosidad dio por resultado excelentes combates y trifulcas post combate. En ese entonces, Alex Gero y Coke habían pasado a formar parte oficial del plantel de LEGIÓN; además de tomar como maestro a Atemista, quien se encargó de pulirlos técnicamente, adoptaron una nueva actitud: ya no eran hipsters, sino un dúo de jóvenes cool, amigos de la fiesta, la juerga y la parranda. Calzas brillantes, lentes con luces y la actitud de excesiva seguridad sobre ellos mismos identificaban el nuevo carácter del equipo; ahora se llamaban simplemente “Coke & Gero”. Aunque no muchos tras bastidores estuvimos convencidos en un principio acerca del cambio de imagen, el tiempo le dio la razón al dúo, porque solidificaron su estatus como villanos: el público no soportaba ni su arrogancia, ni su traición a Avilés, ni sus artimañas poco éticas. Este estatus terminó de consagrarse cuando Coke & Gero formaron una nueva facción con el carismático argentino Jesse Lover y el talentoso técnico Salvatore Giuliano. Esta coalición denominada “Los Divinos” (o como Jesse Lover siempre los presentaba: “Para aquesshhos que no nos conocen, nosotros somos Los Divinos”) dominó la escena de LEGIÓN durante gran parte del 2015, y nunca fallaron en generar los abucheos de la audiencia. El cinismo y la soberbia, las estrategias poco éticas para ganar sus combates, su entrada vistiendo trajes caros y las antipáticas promos eran pecados que el público no estaba dispuesto a perdonar.

12395331_10153900692056654_1617693587_nPor aquellos días llegó entonces una noticia que remeció a la lucha libre nacional. El legendario ex luchador ecuatoriano y ex comentarista de la World Wrestling Entertainment (WWE), Hugo Savinovich, venía a Chile para llevar a cabo un evento sin precedentes. “Full Destruction”, como se llamaría el evento, iba a tener de protagonistas a leyendas como Matt Hardy, Scotty 2 Hotty, The Hurricane y Savio Vega, entre otros. Este anuncio dio pie a otro aún más impactante: una Batalla Real entre 20 luchadores chilenos había sido concertada, y el ganador se convertiría en Campeón Nacional y tendría la oportunidad de enfrentar a un ex WWE. LEGIÓN iba a ser parte de ese combate, pero aún faltaba escoger a sus representantes. Los Divinos, Coke, Alex Gero y Jesse Lover –quién, para ese entonces, había desplazado a Salvatore Giuliano como líder de la facción y expulsado a éste del grupo de una manera poco glamorosa– unieron fuerzas con un antiguo rival, Don Segundo Santamaría, para hacer frente al equipo de Owen, Koryo, Díxel y su ex camarada, Salvatore Giuliano (ahora bajo su vieja identidad de KC Rock) en una lucha de 4 contra 4 con eliminación. Quienes sobreviviesen a ese encuentro representarían a LEGIÓN en Full Destruction. El 6 de diciembre, en el evento Inmortales, el combate tuvo lugar; aunque Coke y Santamaría fueron eliminados de la contienda, esto no impidió que Gero y Lover marcaran el conteo final sobre Owen para ganar el ticket de ida a Full Destruction.

12386647_10153900692071654_1260048117_nFinalmente, el gran día había llegado. La expectativa del público era enorme con respecto al ganador de la Batalla Real, y muchos hacían sus apuestas. Lo que pocos sospechaban ese caluroso 13 de diciembre es que iban a ver en vivo el ascenso de una nueva estrella. Cuando el combate comenzó, la situación en un comienzo fue desesperada para LEGIÓN, puesto que Jesse Lover fue uno de los primeros eliminados por osar burlarse del público chileno; fue levantado por los aires por los brazos de varios luchadores y arrojado fuera del ring entre los vítores de los presentes. A medida que transcurría el encuentro, más luchadores eran arrojados por sobre la tercera cuerda, y la incertidumbre crecía en cuanto la audiencia observaba la carnicería sin fin. La audiencia contuvo la respiración en el clímax de la batalla: los últimos dos en competencia eran El Artista Anteriormente Conocido como Criminal, y Alex Gero. Tras un breve intercambio de golpes, Gero arrojó a Criminal por sobre la tercera cuerda en un inesperado desenlace para coronarse primer Campeón Nacional. No obstante, el nuevo monarca en el trono tuvo poco tiempo de celebrar. El luchador puertorriqueño y ex WWE, Carlito, hizo su entrada al ring, y tras felicitarlo, lo tumbó con un descomunal lazo al cuello. El combate estaba entonces pactado: Alex Gero v/s Carlito por el Campeonato Nacional de Wrestling Superstar.

12380534_10153900691991654_354011829_nAun cuando Alex tuvo poco tiempo de celebrar, lo cierto era que ya se había convertido en el primer Campeón Nacional Indiscutible. Por vez primera en muchos años, un campeonato importante ya no caía en manos de un luchador con años de trayectoria, sino en un joven relativamente desconocido para el gran público de lucha libre nacional. Abiertas se encontraban las puertas para una nueva era nuestro deporte. Era necesario entonces generar un cambio de imagen que simbolizara el inicio de este recambio generacional y una letra bastó para convertir al antiguo "cero" en "héroe": de Alex Gero pasó a ser Alex Hero. Muchos se mantenían escépticos frente a este inédito campeón, y dudaban de que el joven Alex tuviese lo necesario para cargar la corona con dignidad y darle prestigio al título. Mas el talento de Hero no defraudó en sus dos encuentros siguientes: una lucha singular contra el experimentado Montoya, y una lucha de relevos haciendo equipo con Bobby Lashley frente a Pablo Márquez y Montoya se encargaron en dejar en claro que no era un cualquiera quien había conquistado la corona del Campeonato Nacional Indiscutible, sino un luchador tremendamente talentoso, capaz de estar a la altura de un gran campeón.

¿Qué futuro le aguarda a la lucha libre nacional con Alex Hero a la cabeza? El futuro es incierto y muchas cosas pueden suceder, mas una cosa es clara: es una oportunidad que la lucha libre chilena no puede desperdiciar. La llegada de luchadores internacionales a Chile y la apertura a la posibilidad de que talentos nacionales viajen a luchar al extranjero con éxito es una chance que no se repetirá; por tal, los promotores y luchadores nacionales deben tomar esta ocasión con mucha responsabilidad. Si quieren levantar nuestro deporte, es imprescindible el que sepan mantener una actitud profesional: la ruta la hacen ellos al andar.

martes, 2 de febrero de 2016

Érase un arte olvidado al que llamaban "vender"


La lucha libre es diferente a los otros deportes de contacto en muchos sentidos. En el boxeo, el Karate, el Taekwondo o el Judo, el mejor peleador es aquel que consigue evitar la mayor cantidad ataques del oponente y a su vez consigue inflingir la mayor cantidad de ofensiva sobre el contrincante. Para los peleadores de estos deportes, ser atrapado con la guardia baja o sorprendido con algún golpe o derribada inesperada suele ser motivo de cierta humillación y generalmente los lleva a reevaluar su estilo de combate. En la lucha libre, en cambio, la realidad es otra: el buen luchador es aquel que no solo está dispuesto a golpear, sino a recibir voluntariamente una buena lluvia de azotes y patadas de parte del rival. ¿Cómo es posible concebir esta realidad, absurda a primera vista?

Mucho antes que golpear indiscriminadamente, arrojar a personas por los aires y ejecutar saltos por sobre las cuerdas, la lucha libre es una disciplina con un componente teatral. Lo que se ve en el ring no es estrictamente un combate, sino una representación del choque entre dos fuerzas antagónicas. Por regla general, hay un héroe (llamado técnico o face), hay un villano (llamado rudo o heel), y ambos deben luchar para obtener la victoria. Si bien esta estructura básica presenta variaciones, estipulaciones diversas y mayor complejidad en los protagonistas, la idea del enfrentamiento entre el bien y el mal siempre está presente, aún de manera implícita; siempre hay una historia que se cuenta. El público no va a ver tortazos sin sentido: quiere identificarse con alguno de los involucrados en el ring. En este sentido, la lucha libre se parece bastante más al duelo entre Macbeth y Macduff o a un enfrentamiento entre Green Arrow y Merlyn que a una pelea entre Fedor Emelianenko y Antonio Silva o Muhammad Ali y George Foreman.

Cuando se ejecuta una lucha, tanto el héroe como el villano deben tener algún grado de ofensiva; incluso cuando se trata de algún villano demasiado "poderoso", este debe tener algún punto débil, alguna esperanza para el héroe de lograr su cometido. Pero no basta con solamente recibir golpes: se debe conseguir que la ofensiva del contrario se vea verosímil: es lo que se llama vender (sell). El luchador debe mostrar como efectivos los efectos del ataque enemigo; aun cuando el luchador pueda aguantar los golpes y derribadas contrarias sin problemas, es su deber hacer que el oponente se vea bien frente a la audiencia. Si una de las partes se rehúsa a vender, el público no se involucra en la historia: el resultado es demasiado predecible o poco creíble. Los personajes absolutamente invencibles suelen tener poca cabida con el público; cuesta identificarse con ellos. Incluso luchadores con personajes sobrenaturales como Undertaker o Kane han demostrado tener puntos débiles; si siempre ganaran o nunca vendieran, la gente perdería interés en ellos.

Antiguamente, el no vender la ofensiva del oponente generalmente era una actitud tomada por ciertos luchadores, quienes desean castigar a su oponente por rencillas tras bastidores o tienen alguna discrepancia con el promotor, el libretista o las políticas de la empresa en la cual trabajan. En los años '80, uno de los casos más emblemáticos era el legendario Bruiser Brody: cuando se enojaba con alguno de sus colegas o con los dirigentes, simplemente dejaba de vender en mitad del combate y se quedaba de pie en el centro del ring sin hacer nada; en una ocasión humilló a Lex Luger en un combate en jaula durante un evento de la NWA en Florida cuando Luger lo golpeaba incesantemente y Brody no mostraba reacción alguna. También era una práctica adoptada por luchadores que se creen demasiado su papel de tipos rudos en el ring. También en los '80, los Road Warriors se volvieron bastante famosos por no vender jamás la ofensiva de sus oponentes, actitud que les acarreó muchos problemas con los promotores; en una ocasión, dado que Hawk y Animal persistían en su alarde de luchadores invencibles, el dirigente de la AWA envió a Stan Hansen y Harley Race, dos de los peleadores más duros de la época, a darles su merecido durante un combate en parejas. Por otro lado, Mil Máscaras no era un luchador que contaba con la simpatía de muchos de sus colegas, debido a su poca disposición a vender la ofensiva ajena. En resumidas cuentas, antiguamente el negarse a vender era una práctica de connotación negativa, asociada a falta de profesionalismo, disputas o exceso de ego.

¿Qué ha sucedido en los últimos años con el arte de vender? Con el auge del circuito independiente en Estados Unidos han surgido nuevos luchadores con movimientos nunca antes vistos y estructuras inéditas para armar las luchas, lo cual es una excelente innovación para la lucha libre. No obstante, junto con todo este avance surge también un retroceso, y es que el arte de vender se pierde poco a poco. Las luchas, que antes tenían un espacio para que el técnico y el rudo dominaran, ahora parecen encuentros de Ping-Pong; uno da un golpe, el otro responde, pero en ningún momento dejan que el otro luzca sus movimientos. Es bastante propio del circuito independiente ver a luchadores ponerse de pie después de recibir una enorme tanda de patadas, ser arrojados de cabeza o golpeados con objetos excesivamente contundentes. Esto se vuelve un problema por dos motivos: el primero, el que se resta verosímilitud y lógica al espectáculo: la lucha libre se vuelve poco creíble. Y el segundo, en el que la audiencia pierde interés en ver esa pelea: están tan ridículamente equiparados el héroe con el villano, o son tan invencibles ambos luchadores, que el público no tiene forma de identificarse con uno o con el otro; no hay tensión dramática que lo permita.

El afán de no vender se ha convertido en una pandemia de la cual Chile no se salva. Uno de los clichés más comunes en los shows es ver a ciertos luchadores ponerse de pie después del silletazo número treinta, incorporarse tranquilamente tras recibir una caída de cabeza afuera del ring o caminar como Pedro por su casa luego de quebrar con su cuerpo una mesa en llamas. Hay veces en que los shows parecen campeonatos de Ping-Pong por la cantidad de golpes y contragolpes dados sin dar posibilidad al otro de verse bien. Añade una cuota de humor al asunto cuando el luchador que se rehúsa a vender mide menos de 1,60 m y pesa menos de 60 kilos. Esto es síntoma de dos males: el primero, exceso de confianza en las propias capacidades o una propiocepción de "superestrella" por parte de algunos luchadores. El segundo, el que simplemente muchos luchadores chilenos no entienden en qué consiste el espectáculo de la lucha libre: se suben al ring, ejecutan piruetas, saltan, golpean, patean, pero en el fondo no tienen claro qué están haciendo.

Verse bien y hacer ver bien al oponente, dos conceptos que deben ir de la mano para lograr construir una buena lucha. Nuevos movimientos y nuevas formas de hacer los combates son completamente inútiles si no hay disposición para que el colega los pueda mostrar adecuadamente a la audiencia. Los luchadores contemporáneos deben recuperar el arte de vender si quieren mantener el interés el público por el deporte. Detrás de cada nueva estrella consagrada, existe un veterano que estuvo dispuesto a vender la ofensiva del novato para que este llegara al corazón del público. Cuando se entiende este concepto, la lucha libre cobra vida nuevamente e interesa a las nuevas generaciones.