Cuando en una ocasión se entrevistó a David Belle, fundador del Parkour, sobre si él era el mejor en lo que hacía, la sabia respuesta que dio echó por tierra la altanera actitud de muchos traceurs que presumían en demasía su habilidad de saltar obstáculos y girar por los aires: "cuando practicas Parkour, logras hacer piruetas que no sabías hacer antes y que pocos pueden hacer, y esto implica que el ego aflore enormemente. Y si esto ocurre y empiezas a creer que eres el mejor, es cuando esto ya deja de ser algo entretenido". En nuestro mundo contemporáneo, donde el éxito personal es la medida de todas las cosas y la soberbia pan de cada día, una afirmación de ese tipo hecha por el fundador de un deporte, el cual se niega a mantener campeonatos para definir quién es el mejor, deja perplejo a cualquiera. Cuando Belle hace un llamado a la humildad, no es algo que interpele solo a los traceurs: es un llamado para todos.
La vanidosa creencia en la propia maestría acerca de una disciplina es un diluvio extendido sobre todas las actividades humanas, y la lucha libre no es un Arca de Noé. No obstante, la patología egocéntrica es comprensible entre luchadores y managers: cuando consigues hacer gritar al público por la emoción, la gente te pide fotos y autógrafos fuera del show, y posees una capacidad y habilidad física que el común de las personas no posee, se requiere de una gran virtud para impedir la salida a flote del Narciso que navega en la profundidad del alma humana. Es reprensible para los luchadores pecar de soberbios, pero se puede entender por el contexto al cual están sometidos constantemente; no son completamente culpables de su falta. Y no es al egocentrismo sobre las capacidades sobre el ring al cual apunta esta columna.
El ego de un luchador puede ser un gran monstruo; más esta bestia se convierte en un inocente conejito en comparación a la bestia pantagruélica que es el ego de un personaje aún más nocivo para la lucha libre que el luchador poco humilde. Hablo de esa especie de "intelectual" que invade páginas y foros de Internet y pretende saberlo todo. Me refiero al egresado de la carrera de "Conocedor de lucha libre". ¿Ud. no sabía que hay universidades e institutos técnicos que imparten esa carrera? No se disculpe de antemano: esa carrera no existe. A pesar de lo anterior, eso no impide que haya un grupo de supuestos conocedores, una alianza de sofistas, una secta gnóstica preocupada de molestar a todo el mundo acerca de sus inconmensurables conocimientos acerca de lo que ocurre dentro y fuera del ring.
Entre los usuarios de Internet en Estados Unidos, existe la famosa Internet Wrestling Community (IWC), los cuales son un enorme grupo de fans que analizan el estado de la lucha libre norteamericana. Este tipo de fan es bastante particular: se autodenominan smarks, contracción de smart mark, que traducido en un sentido amplio significa "fan de lucha libre inteligente". Esta distinción etimológica en apariencia inofensiva, en la práctica denota su actitud de superioridad intelectual con respecto al deporte, y solo es cuestión de mirar las petulantes declaraciones que suelen hacer sobre sus propios conocimientos, y la actitud quejumbrosa y malentendidamente crítica sobre las distintas compañias. Por fortuna, los smarks tienen una importante limitante en el mundo del wrestling norteamericano: son fanáticos que cuentan con una pésima reputación entre promotores y luchadores, y el concepto del smark generalmente se asocia al "ñoño", "geek", "fanboy", y otros términos despectivos para denominar a cierta gente que al parecer tiene poca vida social. El promotor o luchador que presta demasiada atención a las declaraciones de la IWC, suele ser tratado de estúpido o poco profesional por sus pares, y esto tiene una buena explicación: En primer lugar, estos fans suelen no pagar su entrada para ver los eventos, o consiguen mirarlos a través de formas ilegales. Y en segundo lugar, lo que estos fans conocen sobre lucha libre lo aprenden de YouTube, Wikipedia y otros sitios web; la información circulante no necesariamente refleja de manera íntegra lo que ocurre tras bastidores, las relaciones interpersonales entre luchadores, promotores y staff, o el enorme trabajo detrás de cada show. Cuando un fan decide volverse luchador, generalmente experimenta un potente shock inicial, puesto que se da cuenta que lo creía saber no se compara en lo absoluto a la vida real.
¿Qué ocurre en Chile? Los "ñoños" (como se les llama despectivamente a los smarks en nuestro
país), si bien tienen antecedentes de generar críticas ácidas y maletendidos, generalmente son pocos, y además muchos de ellos ayudan a la difusión de la lucha libre nacional. El problema del "conocedor" en Chile tiene otra dimensión aún más problemática: no viene del fanático, sino del luchador y del promotor. Existe en nuestro país un grupo de personas involucradas en los shows -al que todos conocemos muy bien, por lo que no es necesario dar nombres- cuya principal distinción es vivir presumiendo sobre lo mucho que saben y generando conflicto entre compañías. No se trata de una compañía en particular: este grupo está diseminado por varias promociones nacionales, y por desgracia actúan como una manada. Generalmente se les ve provocando a colegas de otras agrupaciones, o dando críticas que rayan en lo absurdo. Varias veces me ha tocado leer sus argumentos: no pasan de ser opiniones personales que elevan a la categoría de verdades incuestionables. Suelen basarse en "reglamentos" completamente obsoletos en el año 2016, o en principios totalmente inventados que contradicen la experiencia real. Esta actitud de pseudo élite, de siutiquería en lucha libre tiene varias causas. Por regla general, son luchadores que han fracasado en consagrarse como tales, y prefieren optar por ridiculizar al resto para llamar la atención en lugar de esforzarse más, o bien se trata de promotores totalmente incapaces de dirigir una compañía que produzca interés entre los fanáticos, y deciden sabotear a los demás promotores en lugar de realizar cambios en su propia empresa. Estas actitudes se deben a un problema de cambio de mentalidad: aun cuando dicen que son profesionales, en el fondo siguen pensando como fanáticos. En resumidas cuentas, son personas con una enorme falta de autocrítica.
No tiene nada de malo leer biografías en Wikipedia o sitios especializados acerca de luchadores. Es interesante escuchar las declaraciones de luchadores cuando se cambian de promoción u opinan sobre un tema. Resulta una experiencia muy agradable juntarse con los amigos a ver un show o a conversar sobre lucha libre. Intercambiar opiniones sobre el deporte es una experiencia altamente enriquecedora. Cada luchador, promotor y fanático tiene derecho tener sus propias teorías sobre el deporte, compartirlas con el resto y ver hasta qué punto se cumplen. Todo esto son buenas prácticas si es que están amparadas en humildad y en disfrutar lo que se ve y hace. Como dice David Belle, si se empieza a pensar en uno mismo como un "experto" o "conocedor" del tema, la lucha libre deja de ser entretenida. Se convierte en un lodazal pestilente de donde sale hedor a soberbia. Mirar lucha libre ya no es divertido, sino una forma de vivir constantemente despotricando y amargado. Esta actitud nociva es algo que luchadores, promotores y fanáticos deben procurar erradicar del deporte. La lucha libre, como todas las actividades humanas, está hecha para ser disfrutada, no para presumir.
lunes, 25 de enero de 2016
lunes, 11 de enero de 2016
A sabotear el show ajeno: Y en la práctica, tropecé yo mismo
Hace unos pocos días, el gran luchador enmascarado de FULL Antofagasta, Jack Dragon, dio una entrevista a Indy Wrestling CHILE en la cual tocó varios puntos que conciernen a la lucha libre nacional. Entre todos ellos, hubo uno sobre el cual tengo mucho que decir, y que motivó la columna de hoy.
Recuerdo muy bien aquel show del domingo 15 de noviembre del año 2015. Había mucha expectativa porque, por vez primera, venían a nuestra compañía luchadores provenientes del norte de Chile, además de haber preparada una interesante cartelera con nuevos luchadores y encuentros nunca antes vistos. No obstante, al comenzar el show, y durante todos los combates, una desagradable sensación me invadía; no tardé en captar que algo no marchaba bien con el público. La reacciones de este eran demasiado exageradas, y no dejaban a los luchadores hacer bien su trabajo. Al salir a revisar el por qué de esta situación, de inmediato comprendí de qué se trataba. Con verdadera vergüenza ajena -porque era una situación de un patetismo inusitado- observé que entre la audiencia estaban presentes integrantes -luchadores, managers y staff- de otra agrupación de lucha libre que, con el infantilismo propio de un niño en una pelea de pandillas rivales, habían venido exclusivamente a burlarse de nuestros luchadores y del show.
¿Les da vergüenza leer esta anécdota, verdad? Quiero aclararles, queridos lectores, que NO es la primera vez que me encuentro con esta situación. Es un cuadro con el cual llevo encontrándome desde hace cinco años al menos una vez al mes; si esta escena no ocurre en mi propia promoción, tengo la mala suerte de verla cuando voy de espectador al show de alguna agrupación amiga. De todas las malas prácticas que existen en la lucha libre nacional, el asistir como público a otras agrupaciones para sabotear el show o desquitarse con gritos de algún colega con el cual tienen mala relación es una de las más extendidas, y cuando no es la reina de las prácticas idiotas en Chile, al menos es una candidata segura al trono. Porque las consecuencias de esta práctica se extienden más allá del hecho de que haya "mala onda" entre promociones; es una actitud que le hace un daño inconmensurable a nuestro deporte.
No desesperen, señores patriotas, que esta práctica no fue invención de los chilenos. Asistir como público al show de otra compañía con la intención de hacer daño ya se ha visto en el circuito independiente norteamericano; no es un incidente frecuente, pero si ha ocurrido. El caso más tristemente célebre es el famoso altercado entre la Extreme Championship Wrestling (ECW) y la Xtreme Pro Wrestling (XPW). En esa oportunidad, luchadores de la XPW irrumpieron como parte del público durante el evento de la ECW en Los Ángeles, Heat Wave 2000. Aunque fueron expulsados del edificio por el equipo de seguridad, lo que vino a continuación no tuvo nada de glamoroso. En el estacionamiento del lugar, luchadores de la ECW se enfrascaron en una brutal pelea con el staff de XPW, el cual culminó con estos últimos arrojados por el suelo apaleados y brutalmente ensangrentados. Una mancha negra en la historia de la lucha libre norteamericana, y un claro ejemplo de las malas consecuencias derivadas de pretender sabotear a otras compañías mediante la asistencia malintencionada a sus shows.
Posiblemente ustedes no han oído hablar de XPW, y existen buenos motivos para explicar este desconocimiento. En su corto tiempo de vida, fue una promoción de muy mala reputación en el medio, y no es difícil entender el por qué. Rob Black, su promotor, era un tipo asociado al bajo mundo y poseedor de toda clase de malas prácticas; el haber enviado a sus empleados a sabotear un show habla precisamente del nulo profesionalismo de Black y sus luchadores. Lo mismo ocurre cuandi luchadores chilenos imitan este hábito: no solo habla muy mal de su nivel educacional, sino también de que difícilmente se les puede dar el título de "profesionales".
Un luchador o manager optando por asistir otra compañía con el propósito de hacer ver mal el show, es un hecho que habla mal de tres personas: de su maestro, de su promotor, y de él mismo. Es prueba de que su maestro probablemente solo le enseñó a rodar por el piso y a pegar, y nada de respetar el deporte. Es signo de que el promotor no se preocupa ni de la actitud -o aun peor, puede ser que incluso promueva esta práctica- de sus luchadores ni de la imagen que estos proyectan hacia el exterior. Y es franca revelación de que el sujeto en cuestión no puede llamarse a sí mismo "profesional"; no se da cuenta del daño que se hace a sí mismo. Porque la triste realidad es que el público reconoce a luchadores presentes entre la audiencia, y solamente puede reaccionar frente a ello con un suspiro de lástima. Suele suceder también que ciertos luchadores, ansiosos por conseguir algún favor de los dirigentes de su agrupación o congraciarse con ellos, pagan su entrada en alguna promoción con la cual sus jefes tienen alguna mala relación para interferir con el desarrollo del espectáculo; esto último habla también de la poca autovaloración de ellos mismos como luchadores, o de los absurdos extremos a los cuales están dispuestos a llegar con tal de conseguir algún mínimo beneficio.
¿Ustedes conciben que luchadores como AJ Styles, Mike Bennett o Zack Sabre, Jr., asistan a un show de la WWE a gritar insultos e intentar hacer ver mal el show? No hace falta ser un experto en el tema para saber la respuesta. Además del hecho de que sus compañías los sancionarían inmediatemente por falta de profesionalismo y dañar la imagen de la empresa a la cual pertenecen, ellos son profesionales lo suficientemente inteligentes para comprender la importancia de mantener buenas relaciones con otras promociones de lucha libre, porque algún día pueden terminar trabajando para estas o participando de shows interpromocionales. Cuando en Chile se lleva a cabo la práctica del sabotaje, ocurre también otro tipo de daño: el luchador se cierra a sí mismo las puertas para trabajar algún día en la agrupación a la cual insulta, y cierra también las puertas a cualquier intento de realizar un show interpromocional. En nuestro país existen centenares de "combates soñados" entre luchadores de agrupaciones distintas, los cuales no han podido llevarse a cabo por la estupidez de quienes insisten en promover la enemistad entre compañías.
¿Realmente crees, luchador chileno, que obtienes algún beneficio por ir a gritarle cosas a ese colega con el cual tienes bronca? Permíteme aclararte una cosa: no solo dañas tu imagen. No solo manchas la reputación de tu maestro. No solo das luces del tipo de persona que es tu dirigente. No solo dejas a tu agrupación en ridículo. No solo te cierras a ti mismo las puertas de una compañía que algún día te podría incluir en sus filas. No solo evitas la posibilidad de un buen negocio al impedir un memorable show interpromocional. Hay alguien más que sale lastimado: es tu propio deporte. Sí, la lucha libre chilena sufre un daño cada vez que aparentas ser rudo por ir a gritar tonterías a los shows ajenos. Porque la gente te ve actuando como un burro, y de inmediato se hace la idea de que por más que te llames a ti mismo "luchador", jamás dejaste de ser "fan". La gente te oye hablando de ti mismo como "profesional", pero en la práctica sigues siendo un "amateur". Por desgracia, si la gente ve que uno de nosotros actúa como aficionado, de inmediato piensa que todos somos aficionados. Y una lucha libre llevada a cabo por aficionados, es un espectáculo incapaz de despetar el interés del público.
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